miércoles, diciembre 29, 2004

The lonely and saddest story of Lili and her little animals

Conocí a Droguerto un día plomo en el que, caminando de Polvos Azules al Estadio Nacional, comprendí que mi vida era lo suficientemente triste y solitaria como para asquearme al momento de estrechar un vínculo duradero con un punk de mala muerte que caminaba dando tumbos y compraba películas pornos horribles. Le dije:
- Eh, ¡tú!
- ¿Me hablas a mí?
- Sí, ven...
- ¿Cómo?
- Ven, solo ven...
El punk movió su cabeza sonriéndole a la nada y diciendo:
- ¿Qué carajos quieres?
Era el año 2000 y la navidad estaba cerca.
- ¿No deseas fumar un poco?
Entonces acababa de caer la dictadura y en el centro de Lima (en la Plaza San Martín, en diversos parques de los alrededores) habían lemas y pintas y pancartas por todos lados. La gente lavaba las banderas. Había una enorme pared blanca de papel donde la gente podía escribir lo que le venía en gana.
Era el año 2000 y, supuestamente, nada volverían a ser lo de antes.
- Ya es Navidad.
- Odio diciembre.
- Qué es lo que vas a hacer ahora.
- ¿Cómo te llamas?
- ¿Es verdad que eres un punkeke más?
- No. ¿De dónde has sacado eso?
- Nos conocemos, te he visto en conciertos...
- Ja, ja, ja, ja. No, creo que te has equivocando.
Fumamos mucho y luego tosemos, ambos tenemos los ojos rojos o estamos muy drogados y no nos damos cuenta de nada.
Así que caminamos por encima de la Vía Expresa.
- Oh, estoy muy drogado.
- Sí, yo también.
- ¿Sabes?, te he visto en Polvos Azules.
Hace demasiado calor en la ciudad.
- Sí, y yo te vi en el concierto de Inyectores.
- Yo sólo voy cuando toca Spicosis.
- ¿Te gusta el ska?
- No, me gusta el grunge.
- Es igual.
- Sí, sí.
- Como sea.
Caminamos un rato.
- Yo soy Lili.
- Y yo Droguerto.
El cielo es azul.
- ¿Y dónde es que vives, Droguerto?
- Cerca de aquí. En Arenales. En una habitación.
- Vives solo.
- ¿Cómo lo sabes?
- No sé. Yo hace tiempo vivo sola.
- Qué bueno.
- ¿Y tienes novia?
- ¿Eso qué importa?
- Era una pregunta al aire.
- Tenía.
En calor hacía que de las cejas de Droguerto corrieran gotas de sudor hasta sus labios. Tenía el pelo negro, y demasiado largo. Era de mal gusto. Vestía todo de negro y tenía mal aspecto. Yo llevaba un vestido largo estilo hindú y juraba que me veía regia.
- Entonces vamos a mi departamento en Breña. Tengo más marihuana ahí.
Cambiamos de dirección. Ahora íbamos por mi ruta.
- Así que también vives sola.
- Así parece.
- Tus papás están fuera de Lima.
- Digamos que los maté, los cociné, y me los comí.
Droguerto sonrió.
- Qué bien.
- ¿Y qué pasó con tu novia?
- Mi ex.
- Sí, qué pasó con ella.
- Prefiero no hablar de eso ahora -susurró, luego de una breve pausa.
- Au. Entonces ¿fue duro?
- Un poco duro.
- ¿Y ella dónde está ahora?
- No lo sé.
- Jodiendo con otro, seguro.
- Es lo más probable.
- ¿Y ahora?
- Todavía te queda esa pava.
- Claro que sí.
- Necesito fumar.
Droguerto se estaciona dentro de una cabina telefónica y prende lo que queda del wiro.
- Uf, qué calor hace.
- Sí. Jmmm. Uhg, cock, cock.
- No te atores, por Dios. Vamos.
Droguerto se puso de varios colores y me miró de reojo mientras terminó de fumar aquella cosa. Yo paré un heladero y me compré un Donito. En seguida Droguerto me preguntó:
- ¿Qué es lo que vamos a hacer en tu depa?
- ¿Qué se supone que tenemos que hacer?
Fue cuando Droguerto me contó una historia muy pero muy estúpida acerca de un amigo suyo que, saliendo de la Universidad donde estudiaba, una noche (la misma noche de septiembre en que Jujimori anunció su renuncia por televisión) más o menos en la altura de la pared donde está escrito “¡Nelida Colán! ¡por el culo te la dan!” una chica parecida a mí, de aproximadamente mis mismas características, le había enseñado la teta derecha a su amigo y le había extirpado un riñón en un telo, horas después.
Fue una historia que opté por dejar pasar de largo.
- Mira, niño. No me importa si te cagas de miedo o no.
A la media hora ya estábamos en mi cama, fornicando.

Luego Droguerto me dice, pálido, con aquella barbilla incipiente, que lo disculpe, que no quiso hacerlo. Se le ve confundido y abochornado. Tiene el cabello revuelto por todos lados y de su pecho cuelga una especie de medalla de primera comunión plateada. Está completamente desnudo y su miembro es una especie de gusano adolorido.
Droguerto dice que estuvo muy bueno y que por eso pasó lo que pasó. Que estaba muy excitado, y que no pudo más. Que está un poco confundido, también, por todo. Por el día. Por el calor en la habitación, y por lo cerca que está la Navidad. Que nunca se imaginó conocerme y que, de alguna manera, se siente afortunado.
Droguerto prepara algo para comer y yo me siento en calzón a observar. No sabe manejar la cocina ni las sartenes, y piensa que los macarrones con queso son una especie de sopa amarillenta. Pero yo solo recuerdo los momentos previos, cuando, metidos en la cama y con aquellas ideas en la cabeza, Droguerto me quitó la ropa y me empezó a lamer la entrepierna.
- Bueno, Droguer, ya fue.
- ¿Qué cosa? ¿Los macarrones?
Mi habitación estaba hecha un desastre.
- Sí, olvida ya esa porquería.
Nos echamos otra vez en la cama.
Droguerto, entre confundido y aliviado, me pregunta:
- ¿Tú me quieres?
Por qué habría elegido a un punkeke de mala muerte. Pensé en los lugares donde me lo pude haber encontrado antes: en Quilca, en el Averno, en un concierto en Jesús María...
- No. -Yo misma me noté una voz firme, demasiado justa.- No te hagas ideas estúpidas en la cabeza.
Droguerto dio vueltas alrededor mi habitación como mareado.
- Oye, Droguer, no te preocupes...
- ¿Preocuparme de qué?
- Ya sabes...
Habíamos estado en mi cama, casi desnudos, cuando Droguerto me había cogido de las tetas y las había estrujado en contra suyo. Las había lamido y luego había cogido mi calzón, húmedo, y de había deshecho de él. Fue cuando empezó a lamerme y yo me salí de control, excitada.
- Vamos...
- Nunca fui bueno, en la cama. ¿Sabes?
- Eso no importa.
Pero sí importaba.
- Mierda. Haz lo que quieras, tío.
- No me trates de tío, que no te queda.
- Jódete.
Droguerto se había bajado los pantalones, su calzoncillo (que logré notar amarillo) era de niño tonto. Suspiré.
- ¿Qué sucede?
- Nada, nada...
- ¿No que tenías más hierba aquí?
- Te mentí.
- ¿Tienes condón? -Le pregunté, cuando estábamos en la cama.
- ¿Por qué habría de traer yo uno?
- Puta madre. ¿Y ahora?
Me fijé en el erecto pene de Droguerto. Era una cosa flácida y marrón. Yo estaba con las piernas abiertas y esperaba ansiosa esa penetración que se alargaba. Podía oler el humor de mi vagina.
- No podemos tirar sin condón.
- Es una mierda.
Aguardé unos instantes.
- Okey, lámeme.
Y Droguerto me hizo la sopa.